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LECTURAS PARA LA VIDA: Cuentos del Doctor Lector

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Sofía Gabina Márquez Rosas

 

Humberto, Félix y yo

Tercera de cuatro partes

 

Respiro profundo, tengo que ir al consultorio 7; ahí estaré por unas horas; me visto una bata blanca con olor a ropa limpia y planchada, mi calculadora no puede faltar, soy médico de niños, su paciencia es nula; sentados en las bancas de acero brillante comiendo tamalitos y atole de masa esperan su turno; algunos bebés impacientes, buscan el seno de su madre de entre la blusa bordada, calman su sed.

 Un coro celestial entre llantos, risas, y gritos me hacen entrar a mi espacio; abro la puerta y adentro está Genchy, enfermera en turno, 25 años ya de antigüedad, ha vacunado a todo el pueblo y es un personaje lleno de historias, muy parlanchina; hoy, con mucho esfuerzo, pesa y mide a Humberto de 6 años, que somnoliento y malhumorado se calza sus zapatitos rotos y su ropa remendada; lo acompaña su abuelita, poblana de abolengo de los Garnica de Tehuacán, que lo incita que se abroche el pantalón para esperar su consulta.

Ya instalada en el sillón, observo el escritorio; cinco carpetas-expediente esperan ser abiertos para recordar la historia de vida de cada niño que acude al lugar, y de pronto, de manera impetuosa tocan en mi puerta, no una ni dos, sino ¡5 veces! Por Dios. ¿Quién es? ¿Qué pasa? Al salir, se encuentra Félix de 8 años, que como siempre lo hace cuando viene, trae en sus manos un ramito de jacintos y manzanilla que cortó durante el viaje, aún con el rocío de la madrugada, antes de vislumbrar la claridad del día; algunas ya marchitas por el calor, y una bolsa de cacahuates que le dio su abuelo Pedro. Con alegría, me entrega orgulloso su regalo; impaciente, me dice: "Llegué primero que todos"; y salta de aquí para allá. Leonila, su madre, lo apacigua. Félix obedece.

Félix y su mamá han sufrido desde que los conozco, fueron abandonados por su padre y la mamá sin instrucción vende chicharrines con salsa y limón. Félix trabaja en lo que puede, se sube a los árboles y corta pimienta para venderla en bolsitas en el tianguis de Cuetzalan; me dice a diez pesos la oferta, además, ayuda a las señoras a cargar las canastas del recaudo llenas de mameyes y maracuyás.

Continuará el próximo miércoles.

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