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LECTURAS PARA LA VIDA: ¿Amor libre o poliamor? Cartas de Simone y Paul

segunda-portada
Foto(s): Cortesía
Redacción

Mónica Ortiz Sampablo

 

Cuarta de cinco partes

 

Llama la atención cuán larga fue la relación entre Simone y Jean Paul; quizá el factor de la libertad fraguó una unión plena, pero no sólo eso, pues dicha unión no estaba sujeta al asunto del cuerpo, de la pasión, del plano físico; trascendió porque se compaginaron en el orden de las ideas, en la construcción del pensamiento.

Sus vidas se cruzaron en una época en la que la figura de la mujer estaba atada a labores domésticas, a la maternidad, con pocas o nulas oportunidades de desarrollarse en ámbitos académicos; Simone rompió esos estereotipos.

La escritora inició por cortar con las tradiciones familiares: el catolicismo, el matrimonio; subyugarse a un marido no estaba en sus planes, sin embargo, en su historial de amores existió un hombre del cual se enamoró, un amor “diferente”, un amor ante el que se autonombraba “esposa”.

Su nombre, Nelson Algren, escritor estadounidense, con quien de 1947 a 1964 mantuvo una relación amorosa, de la cual se conservan numerosas cartas y a quien la escritora dedicó el libro “Los mandarines”. Con él se muestra una Simone diferente, una mujer enamorada, incluso en las fotografías se puede apreciar una mirada coqueta, hasta juguetona.

Se conocieron cuando ella tenía 39 años y él 38; Simone había sido invitada a Chicago a impartir una serie de conferencias y Nelson fungió como su guía. “El año pasado, con estas lluvias, todavía no ha hablar de ti, ni tampoco tú de mí. Esperaba con impaciencia mi viaje a Norteamérica, estaba tan febril como si algo estuviera a punto de pasarme, pero sin sospechar que llegaría a suceder ser el amor, el amor que te tengo, querido mío”, escribe en noviembre de 1947.

Una relación marcada por la distancia, que cobró gran impacto dada la conexión entre ambos; nuevamente se asoma la escritura como un punto en común, la admiración, la necesidad y la incertidumbre como hilos que los unen. 

Es casi imposible no vincular a Simone y Sartre como esa pareja ideal, eterna, sin embargo, cuando se tiene la posibilidad de acercarse a estas figuras en sus cartas, en este caso amorosas, cae el telón y se desvelan otras verdades, lo cual fragiliza el mito.

“¡Qué bien me siento desde que recibí tu última carta! Me siento joven y feliz, y estoy enamorada, enamorada de ti”, escribió en una carta para Algren en 1948.

Continuará el próximo miércoles…

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