En la Europa de la posguerra, dominada por el realismo solemne y la seriedad intelectual, apareció Darío Fo refrescando los escenarios con la irreverencia..
La fiesta estaba en el punto más álgido, los destellos de la noche eran testigos y cómplices a la vez de la algarabía de aquel gentío en la negrura del carnaval