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Recuerdos de mi pueblo

Yucunama
Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Brígida Sampablo Sánchez

Contaré lo que recuerdo del lugar donde nací. Se llama San Pedro Yucunama y pertenece al distrito de Teposcolula, Oaxaca, en la región Mixteca. Mi pueblo tiene su palacio municipal, una construcción de un solo nivel con varios salones y un corredor. Ese es el lugar donde las autoridades hacen sus reuniones. Cuando era niña, el corredor contaba con un estrado para dichos fines. Este recinto colinda por ambos lados con dos calles. Frente a él hay una cancha de basquetbol y un jardín con cerco en el que se cultivan hortalizas y flores como jazmines, rosales, violetas y geranios.

Por ese entonces iba yo a la primaria. Recuerdo cómo nos enseñaban los maestros a sembrar, a regar y cultivar, lo cual disfrutaba muchísimo junto a mis compañeros, pues teníamos que acarrear el agua y hasta hacíamos competencias de ida y vuelta.

Yucunama es un lugar en donde no se sufre por falta de agua, ya que llega por medio de un acueducto y va directamente a una pila redonda. Esta, a su vez, tiene dos canales para distribuirla al estanque de los lavaderos y al bebedero de los animales: bueyes, vacas, caballos y burros que sus dueños llevan para hidratarse, tanto en la mañana como en la tarde.

En mi pueblo hay un río cuyas aguas se conservan limpias, pues ahí no está permitido lavar la ropa, para eso están los lavaderos públicos con techado de bóveda. El agua en mi pueblo también brota de El Sabino, un nacimiento de agua que los campesinos ocupan para regar sus terrenos.

En mi niñez disfrutaba mucho vivir en este lugar mágico. Me gustaba salir a los mandados y a veces hasta me ponía a contar las piedras de las calles, que son empedradas. Me llamaba mucho la atención su color claro y su acomodo tan perfecto. Las calles de mi pueblo son hermosas, unas de subida y otras de bajada.

En mi pueblo, como en todos, hay una iglesia. La nuestra tiene dos accesos. En la parte posterior hay un reloj con números romanos que, antes de dar la hora, deja escuchar una melodía instrumental, la cual me provocaba una sensación de bienestar y una emoción inexplicable cada vez, como si el sonido penetrara en mi cuerpo. Cuando esto sucedía, yo me quedaba quieta y cerraba mis ojos.

En este hermoso rincón de la Mixteca oaxaqueña los hombres se dedican al campo, a sembrar y a cuidar sus animales de labranza y carga. Ahí se cultiva el maíz, el trigo, la cebada y la papa. Sembrar es una actividad exclusiva de los hombres, las mujeres no participan en ella. Otra de sus responsabilidades es tener limpio el pueblo, por eso hacen tequio muy seguido, que consiste en reunirse en una hora indicada para limpiar o componer lo que no esté en buenas condiciones, como los depósitos de agua.

Algunos campesinos siembran en sus terrenos magueyes para la producción del pulque. Cuando el maguey está listo, le quitan las pencas del centro y hacen una especie de pocito del tamaño de una jícara de 25 a 30 centímetros de diámetro. De este empiezan a sacar el líquido, una bebida de color claro que tiene un sabor dulce cuando acaba de salir; pero al día siguiente adquiere otras propiedades capaces de embriagar.

 

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