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La historia que se repite

Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Alejandro José Ortiz Sampablo- Segunda de cinco partes

CONSULTORIO DEL ALMA: CUENTA CONMIGO

Antes de continuar apreciables lectores, considero pertinente recordarles que la historia ficticia que proseguiré narrando, tiene el cometido de crear el contexto necesario para explicar lo que iniciamos en la serie de notas publicadas en esta misma sección con anterioridad, titulada “La crisis del futuro, el hoy de nuestros hijos. Problemas de moralidad”, y cuyas notas que la conforman las pueden encontrar en la versión virtual de este querido diario.

Las polaridades de un niño

Juan había crecido entre dos polaridades; por un lado, la atención y consentimiento de su madre y hermana 15 años mayor que él; y por el otro, la lejanía de su padre, a quien por lo general el trabajo y las mujeres le hacían permanecer gran parte del tiempo fuera de casa; y cuando estaba en ella, el pequeño Juan se la pasaba mal, pues lo corregía permanentemente. El nervio que le provocaba la presencia de su padre lo llevaba a cometer torpezas en las tareas que él le encomendaba; asimismo, el padre de nuestro protagonista aprovechaba para revisar cómo iba su hijo en la escuela; también lo ponía a realizar cuentas matemáticas y a leer en voz alta. El miedo que le provocaba al niño hacía que se quedara en blanco y tartamudeara, a lo que su padre le decía “¿cómo es que sacas dieces?, tu madre tanto que presume, y mírate, ni una multiplicación puedes hacer, y cuidado y lloras, eres vieja o qué…”

El reverso

Por lo general, cuando el pequeño Juan se encontraba con su madre y sus tres hermanas era un niño cándido, un poco desobediente, pero su madre se lo consentía a manera de compensación por los tragos amargos que el niño pasaba con su padre. A Juan le gustaba salir a jugar con sus amigos de la cuadra, con sus hermanas casi no lo hacía un tanto por la diferencia de edad, y por el otro, por las amenazas de su padre, quien le decía que lo golpearía con la binza, si lo encontraba jugando "juego de viejas".

Pasó el tiempo, Juan se convirtió en un muchacho de contrastes, pasaba de la alegría al enojo sin explicación aparente, era agradable en el trato, acostumbrado a que no tenía porqué preocuparse de las tareas de la casa, ya que sus hermanas y madre las realizaban; se la pasaba con sus amigos después de clases. La relación con su padre cambió radicalmente, pues el miedo que le provocaba de niño se había convertido en enojo y resentimiento, lo que lo llevaba a confrontarse con él en ciertas ocasiones y a jurarse a sí mismo a no ser o convertirse en lo que su padre era.

Amor-odio y anhelos

Cuando Juan ingresó a la universidad decidió estudiar la carrera de Derecho, como su padre. A pesar de los sentimientos encontrados que tenía hacía él, también lo admiraba profundamente. Disfrutaba del arrojo con el cual su padre hablaba de temas relacionados a la abogacía y la autoridad con que se dirigía a sus empleados; por otro lado, fantaseaba con la idea de que todo eso que veía, algún día sería suyo.

Continuará el miércoles…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

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