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El egoísmo, la supremacía del Yo

Foto(s): Cortesía
Giovanna Martínez

Alejandro José Ortiz Sampablo

Sin duda, todo ser humano ha transitado por momentos donde las circunstancias exigen abandonar la disposición de privilegiar cualquier beneficio que pudiera obtener. No nos imaginemos los peores escenarios, dichas situaciones incluso podríamos considerarlas de ínfima importancia, como por ejemplo la limpieza de la casa, el aseo de la cocina o alguna reparación sencilla del hogar, la cual nos llevaría a romper la rutina pues esta nos demanda a salir de casa para comprar lo que se necesita para ello.

Un costo del apremio de la vida

Las actividades mencionadas pueden ser impuestas por otro, llámese papá, mamá o pareja, quienes de encontrar oposición de aquel a quien se le solicitan, dará pie a un conflicto. Dicha oposición se manifiesta en realizar lo solicitado de mala gana, procrastinando o simplemente dejando la tarea inconclusa o sin realizar. Muchas de las actividades de esta índole para la persona no significan un beneficio, lo común es que la viva como un perjuicio, donde su placer o confort se ven trastocados de forma inmediata.

Es dentro del ámbito familiar donde este tipo de situaciones se presentan de manera asidua; pero, donde a su vez paradójicamente, se les resta importancia, en ciertos casos llega a ser incluso motivo de chunga. De un tiempo a la fecha, es común escuchar las respuestas que algunos hijos dan ante la solicitud de los padres, que aluden al “sí, pero ¿qué me vas a dar?” Habrá que prestar atención a esto, pues solo estoy mencionando uno de tantos fenómenos de la conducta humana actual. Esto tiene plena explicación y no debemos adjudicárselo a la época; es decir, como si la conducta de las personas surgiera así por nomás.

El anhelo del más

En sentido estricto, la teoría de que el egoísmo es innato a la raza humana por su naturaleza a la autoconservación no es equivoca; solo cabe agregar que en dicha naturaleza, el ser humano descubre una experiencia de placer, la cual, a su vez, puede llevarla a un siguiente nivel; es decir, a que esta sea de mayor intensidad o a alargar el tiempo de permanencia en ella. Dicho en términos marxistas: en el individuo se gesta la tendencia a incrementar la ganancia de goce en cada acto que le genere placer. Esto es fácil de observar en nuestro mundo actual y en la vida cotidiana y, al parecer, son algunos discursos actuales los que refuerzan esta tendencia a la plusvalía del goce. Si retomamos el ejemplo mencionado de la respuesta: “sí, pero ¿qué me vas a dar?”, son los padres que, al responder a ella de manera positiva, sostienen y promueven el ideal del Yo en esta plusvalía.

Y a todo esto, ¿qué tiene que ver lo mencionado con la formación del psicoanalista? Que todo individuo sea presa de la ley natural de la autoconservación, así como de la tendencia a obtener un plus en el placer, la cual -en aquel quien decide dedicarse a cualquier psicoterapia o en el caso que nos ocupa, al Psicoanálisis- perturbará a quienes se dedican al quehacer y, por consecuencia, a quienes les brinda atención, pues sus intervenciones en la práctica clínica estarán previamente perturbadas por ello.

Continuará el lunes…

¿Quieres saber más? Pide informes a los teléfonos 951 244 7006/951 285 3921 y ¡Hazte escuchar por un psicoanalista del INEIP A.C.!

[email protected]

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