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¡Milagro!, vivir con 16 pesos en Oaxaca

Foto(s): Cortesía
Redacción

SANTA CRUZ XOXOCOTLÁN, Oaxaca.- Casi de manera milagrosa, doña Carmen y don Benito sobreviven a la pobreza.


El peso de los años cada vez la hace ir más despacio, con mayor dificultad. El otoño ha teñido por completo su cabeza. Su cuerpo es una pieza enjuta. La piel está zanjada palmo a palmo y obre su espalda el peso que la hace caminar arqueada.


Doña Carmen Juárez no sabe leer y escribir, nunca fue a la escuela debido a la prohibición de su padre. “No quiso que aprendiéramos, decía ¿a qué vas a la escuela?, mejor aprende a remendar un pantalón, a hacer tortillas, a ir al molino, aprendan a remendar y planchar porque en la escuela sólo van a buscar novio”, recuerda con enfado casi a las lágrimas.


Benito está en la misma situación, forma parte del universo de personas con analfabetismo. Cuando lo refiere, entra a la vivienda que es iluminada por hilos de luz de sol que se cuela por los agujeros de las láminas. Entre los trastes extendidos en la mesa, toma unas indicaciones médicas. “Esto es lo que tengo, pero no sé qué es porque no sé leer”.


Vivir arrinconados


Datos del Módulo de Condiciones Socioeconómicas de la ENIGH 2012, muestra que 17.7 por ciento de los adultos mayores reside en viviendas con hacinamiento, 3.4 % en viviendas que presentan carencia por piso tierra; 1.8 % en viviendas con techo de cartón y lámina o desechos, 1.4% en viviendas con muros de carrizo, lámina, palma, cartòn, asbesto o material de desecho.



La receta indica que tiene que presentarse a la realización de estudios, “pero no sé para qué, no sé leer”, recalca con impotencia.


Luego se sienta en el filo de la silla de lámina que a esa hora está tan caliente que lo hace volver a levantarse. Su memoria comienza a rememorar sobre los achaques a su salud.



“En el 85 me dedicaba al campo, nada más que tuve un fracaso, estaba dando tequio en la construcción del templo y le pasé al albañil revestimiento en un bote. Había una escalera de cuatro patas. Me dijo apóyeme a subir el bote. Lo agarré, subí la escalera y la escalera se cerró, caí con la escalera y el bote. Estuve cinco horas tirado en el piso inconsciente”.


“Cuando reaccioné estaba peor que un borracho, todo mareado, como pude llegué a mi casa y mi esposa corrió a buscar un huesero para que me volviera a cerrar pero ya no quedé bien”, explica.


Imposibilitado para poder trabajar, la familia fue sacada a flote con el trabajo de Carmen.


El 20.7 % de los adultos mayores habitan en donde el combustible para cocinar es carbón o leña, 9% reside en viviendas que no cuentan con drenaje conectado a una fosa séptica y 8.5 % habitan en vivienda sin agua entubada.



Sobrevivir a la pobreza


Cada dos meses Benito y Carmen perciben ingresos por mil pesos a través del programa estatal “Setenta y Más”.


“Estamos como los perros, nos caemos, nos revolcamos y no hay quien nos levante, solos nos tenemos que parar”, exclama el hombre ya con la boca desdentada.



En el Artículo 4to de la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, se establece la necesidad de garantizar a los adultos mayores una vida digna, con equidad, autorealización y participación en todos los órdenes de la vida pública, siendo obligación de las instituciones gubernamentales y de las familias, generar el contexto adecuado para que se cumplan estos objetivos.


La pareja nunca tuvo hijos, viven en un terreno prestado “que en cualquier momento nos pedirán y lanzarán a la calle”, expresa Benito.


Eventualmente, su esposa viaja al centro de la ciudad a vender chayotes cocidos y nopales hervidos con cebolla y ajo. En un día de buena venta regresa a casa con cien pesos. En otras ocasiones sale a vender plantitas sembradas en botes de desecho. “Así la vamos pasando”.



A veces, explica, pasan uno o dos días sin probar bocado. “Nos tenemos que amarrar el cinturón como se dice, pues aquí estamos solos como si fuéramos perros”, señala Benito.


Sonidos de la pobreza


De fondo se escucha el piar de los pollos. Un gallo a lo lejos le canta al sol. El eco del ladrido de un perro se integra al sonido del medio día en la casa levantada con escombros, sujeta a la caridad de la vida.



 

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