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El lector furtivo: El héroe mítico

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Foto(s): Cortesía
Redacción

Rafael Alfonso

 

La hazaña mítica requiere superar un reto descomunal que por obvias razones un ser humano cualquiera no podría realizar. Por ello, es imprescindible el concurso de alguna facultad sobrehumana, ya sea una fuerza colosal, un atributo mágico o directamente la asistencia divina. Este es uno de los rasgos más característicos del héroe mítico.

Nacieron con el santo de espaldas

Bueno, ahí tenemos el caso de Paris, el príncipe troyano, cuyo oráculo reveló que sería la perdición de su pueblo. A este punto, a pesar de lo que se pueda decir después de él —de que su imprudencia, su ambición o su amor desaforado fueron causa de la destrucción de Troya—, sabemos que desde el principio de su existencia, su destino estaba escrito.

Es el mismo caso de Edipo, quien sin deberla ni temerla está destinado a cumplir al paso del tiempo un terrible designio: yacer con su madre dando muerte al padre. A este punto, es claro que el mito de Edipo no es admonitorio, es decir, no quiere advertir a través de la fábula, las consecuencias de una mala conducta del héroe. Una advertencia al respecto está tan fuera de lugar que la agrupación musical Le Luthiers —que hace alta comedia a partir de la música formal— dicta en su tragedia musical “Edipo de Tebas”, algunos consejos para no repetir la historia nefasta, obviamente resultando en un efecto cómico. El héroe mítico no puede huir de su destino; no importa, incluso que sea separado de sus padres (como en el caso de los dos ya citados y Moisés, en la tradición hebrea) siempre terminará llegando al lugar que los dioses le tienen reservado.

Mas allá del Yo

A diferencia de un cuento de hadas, donde el héroe está a la búsqueda de la felicidad personal, el héroe mítico es impulsado por un objetivo trascendental, no solo para él, sino para su comunidad. Un tanto injusto es el destino del héroe mítico porque por más que se empeñe en hacer lo correcto y complacer a los dioses —porque obedeciendo a los dioses fue que Paris ofreció la manzana de la discordia, Edipo venció a la esfinge de Tebas, Hércules acometió los 12 trabajos, Moisés guió al pueblo hebreo a través del desierto y Quetzalcóatl enseñó las artes y fundó las ciudades toltecas—, no hay hazaña que les valga para evadir su triste final. El mito es, hasta cierto punto pesimista; quien esté dispuesto a acometer una hazaña, siempre será “a pesar de todo”.

Si comparamos el mito con el cuento de hadas, en este pueden ocurrir cosas fantásticas mágicas y todo tipo de aventuras peligrosas y portentosas; al final, el destino del héroe del cuento es “vivir feliz”, implicando esto, una vida “normal”. Por su parte, el héroe mítico tiene dos destinos, el primero es la muerte y el segundo la metamorfosis, regularmente divina o sobrenatural. En cualquier caso, el héroe será desprendido de la existencia humana terrenal, destino poco halagüeño para quienes nos gusta estar con la familia y pasarla bien con los amigos. Es la razón por la cual no cualquiera está destinado a ser un mito; ya lo dijo Aquiles en la película: “por eso nadie recordará tu nombre”.

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