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LECTURAS PARA LA VIDA: La interrogante y la incertidumbre

Niño escribiendo junto a computadora
Foto(s): Cortesía
Luis Ángel Márquez

Mónica Ortiz Sampablo

 

¿Qué hacemos cuando leemos? Es una pregunta que me formulé hace unos días, precisamente estaba con mi grupo de alumnos con quienes acostumbro reunirme diariamente de forma virtual para darles clases, era la sesión que dedicamos una vez por semana para leer y comentar sobre lo leído, conectar algunos aspectos con la vida cotidiana y desde luego leer en voz alta. No resulta sencillo, pues desde hace más de un año estamos conviviendo por medio de un monitor, la mayoría de la veces sin siquiera vernos, pero lo interesante ha sido cómo hemos sostenido nuestro ejercicio de lectura.

El ciclo escolar anterior representó un gran reto para llevar a cabo la labor de mediación lectora con mi comunidad de alumnos, ya que ha sido necesario crear todo un proyecto que despierte su interés. Uno de los aspectos principales ha sido no pensar en realizar un proyecto solo por el proyecto en sí mismo; no sin antes conocer a quienes se dirige, pues aunque se trate de adolescentes, es importante saber que no todos los grupos son iguales, muchas veces funcionan como una sola entidad, podemos encontrar grupos muy activos y participativos, y también grupos aparentemente apáticos, silentes, asunto que con las condiciones de la pandemia se agudizó.

La pregunta del inicio vino a mí, porque al no ver físicamente a mis alumnos en realidad no sé qué hacen cuando leen, de pronto la incertidumbre me convirtió en su presa, ya que ni siquiera puedo saber si en el momento de la sesión están leyendo o están realizando otra actividad.

La pregunta es ambigua, desde luego, la respuesta es de acuerdo a como la “pesque” quien la responda: “cuando leo, también como algún bocadillo” “cuando leo escucho música” respuestas insólitas como “cuando leo, me duermo”, también respuestas profundas: “cuando leo anoto frases que me gustan” “cuando leo me gusta ponerme en los zapato del o la protagonista” “sueño y viajo a otros lugares” “analizo lo que leo”… Sucede que al llenar mi “bandeja” con más de veinte respuestas; algunas afines, otras totalmente novedosas, no solo descubrí que al otro lado de la pantalla había personas atentas a mi labor, sino que el poder de una pregunta puede desatar avalanchas inesperadas de respuestas.
De este lado de la pantalla respiré profundo y seguí sosteniendo fuertemente el libro que ha sido uno de mis amuletos durante este largo tiempo de pandemia.

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